viernes, 31 de octubre de 2014

CÓMO ME QUIERO - ÁNGELA BECERRA

Aprendí a quererme
una tarde de golpe.
Cuando de un bofetón de vida
aterricé en mis pieles.
Cuando por fin noté
que desperté en laureles.
Esperaba encontrarme completa
encontrándome en otros.
Como si pies y manos me sobraran
porque no los usaba,
porque los caminaban y
llevaban prestados
esos otros.
Me miraba al espejo,
tan completa,
y si no me faltaba la rodilla,
me faltaba la risa,
o la costilla,
que se quedaba en la brisa
de algún desconocido,
conocido de prisa.
Si pensaba en mi vida
me ponía entre las ruinas
del amor que robó mi corazón,
y me entraba la total desazón
de saberme en el pecho,
con el consabido hueco
sin reparación.
Aprendí a quererme
una tarde de huida
de aflicciones.
Cuando un trozo
de mi ser corría,
dejándose el pellejo,
porque no le quitaran
lo que más le dolía...
Sus dolores.
Me creí muerta
de cuerpo para arriba,
como si el alma
me la hubieran quitado
y arrancado de cuajo,
y deambulara perdida,
tan vacía,
mezclada en el barullo de la vida.

Aprendí a quererme
en un viejo café
mientras tragaba a sorbos
mi dignidad recién batida.
Había pedido al camarero
mezclar mis esperanzas rotas,
con el zumo de una naranja amarga
y el tallo de un apio desabrido.
Una cucharada de aterrizar
la realidad, era fundamental,
para que el batido tuviera un punto
de verdad.
Después me supo amargo,
pero dulce.
Empecé a degustarme
las entrañas.
Me recordé cuando nací
tan nueva y virgen.
Tan sin preguntas,
sin futuros, ni caminos.
Tan sin fríos, sin amores,
ni dolores.
Tan sin deberes, lesiones
ni desilusiones.
Y me volvía a nacer
saltándome las reglas.
Me volví a descubrir la que tenía.
Me volví a construir
entre las ruinas.
Encontré mis cimientos
y mis vigas.
Despejé el corazón
de los tormentos fríos.
Me descubrí los ojos
de las vendas.
Y me empapé con luz
de sus ventanas mías.
Me dejé de mirar por los que
"más me amaban",
para empezar a verme
y a quererme con mis ojos...
Para empezar a amarme con mis ojos.


domingo, 19 de octubre de 2014

POEMAS DE ANA PÉREZ CAÑAMARES

SOY LISTA como un ángel
los segundos previos
a escribir el poema.
En el poema soy prudente:
cada verso un tablón
para cruzar el abismo.
Lejos del poema soy torpe
y los recuerdos no traen sabiduría
sino imágenes talladas en granito.
No vuelo, ni ando, ni me hundo.
Escribo palabras como barandillas.
Me asomo desde ellas y no me caigo.




LOS VIEJOS que van en zapatillas por la calle
como si el mundo fuera un pasillo
y todos los caminos, el camino de la alcoba al baño.
Nos miran sin entender para qué o para quién nos vestimos
por qué nos acicalamos para ir al matadero.




POCOS SABEN que tengo otra hermana.
El azar nos separó al nacer.
Yo mamaba la leche de mi madre
mientras ella se secaba al sol.
Cuando perforaron mis orejas
ella recibió la ablación del clítoris.
Follé con hombres y sufrí por todos;
a manos de uno solo se quebró ella.
Me separé, lloré, abandoné mis sueños.
Ella murió unas cuantas veces
bajo piedras, ácido, sida y malaria.
Su cuerpo se deshizo y se recompuso.
En una o dos ocasiones fue feliz de morir.
Mi hija creció; mi hermana murió en el parto.
Años después parió una niña y se la quitaron.
Yo veo mi cuerpo envejecer; ella no tiene espejo.
Me pongo cremas antiarrugas
pero toda ella es un surco.
Yo hago listas de lo que le duele:
pero ella es la que administra su dolor.





A MIS GATAS yo les doy agua
ellas me traen rumores de selva
y belleza indómita.
Les doy comida
ellas libertad irrenunciable
pactos de respeto entre especies.
Les doy calor
ellas ponen límites a mi arrogancia
cuando intento traducirlas.
Les doy caricias
ellas enseñan astucia de samuráis.
Les doy cobijo
a las embajadoras de lo lejano y posible.
Al final un arañazo para dejar bien claro
que la ternura no es una mercancía.




ESTOY en el lugar donde fuiste a morir
aunque no conozca el cruce exacto
y no importa, yo sé que el nombre de este pueblo
está guardando tu muerte.
Nunca he visitado tu tumba ni sé dónde está.
Hablé con una de tus hermanas y me contó
que nos recordaba perfectamente
bailando una canción lenta con los ojos
cerrados, mirando hacia nuestro futuro.
Así que sé que en alguna parte estamos vivos y juntos
desafiando las leyes de la vida y la muerte
en una casa nuestra levantada en la memoria.
En un rincón de tu ataúd aún se yergue el instituto
hay un partido de baloncesto que nunca termina
nos cogemos borracheras sin resaca
y sigo teniendo tentaciones de romper aquel vaso
y rasgarme la muñeca, para parar el futuro
que un día nos separará.
Estaremos juntos siempre, me dijiste.
De alguna forma, era cierto.
Mi adolescencia fue la tuya.
Está tan muerta como tú, impresa en la piel
como un libro que no habrá que leer nunca más
porque los dos lo conocemos
palabra por palabra.




HABÍA un placer frenético
en tirarlo todo por la borda:
cuando veía salir del baño
a mis amantes, cubiertos
por los albornoces de mis novios.
Cuando era la graciosa de las fiestas
segando dignidad y cosechando resacas.
De cada droga pedía ración doble.
Yo sólo quería bailar con el caos
dejar de temer las regañinas
más terribles en mi voz que en la de otros.
Quería venganza por haber comprendido
al fin que ningún libro de instrucciones
iba a guiarme por los atajos.
Y lo quemaba todo, y disfrutaba al verlo arder;
sólo comprendía que seguía habiendo un juicio
cuando el fuego llegaba a los bajos de mi falda
y me condenaba a bailar con pasos ridículos.
Todos reían convencidos de que aquel
era el momento culminante de mi gran actuación.
Ahora, de vez en cuando, visito en el asilo
a la suicida que fui. Le llevo fotos de mi hija
y me da recuerdos para amigos que ya no veo.
Gracias a aquella, soy esta:
la que conoce el precio de los peajes.




ES TARDE, y estamos solos en la playa.
Llegan unas gaviotas y toman posesión
del lugar que les pertenece.
Bajo la voz, ralentizo mis gestos
no quiero hacer nada que las moleste.
Ellas me miran como se mira
a esa gente extremadamente amable
de la que tampoco hay que fiarse.




ANOCHE me dicté
el mejor poema del mundo.
Era una nana
un manifiesto
un discurso de bienvenida
un homenaje
una canción de amor
un réquiem
el pistoletazo de salida
para la revolución.
Era capaz de aniquilar
en un verso
y de resucitar
en el siguiente.
Pero olvidé escribirlo
y ahora soy la misma persona
escribiendo sobre la impotencia.



LOS PLATOS que me regaló mi madre
están ya deslucidos y pasados de moda.
Cuando hacemos limpieza
nos miran como enfermos agonizantes
que no entienden qué queremos de ellos.
Pero son los platos que me regaló mi madre
que ya nunca volverá a regalarme
nada.
Si un día nos decidiéramos a tirarlos
intentaré escuchar su voz en mi cabeza:
“las cosas, hija, son sólo cosas“.
Mi madre no está en un plato.
Mi madre está en el pan que como.


domingo, 5 de octubre de 2014

POR QUÉ NO ESTOY DESCANSADA - LINA EKDAHL

Por qué no trabajo
apretando los puños
sacudo mi colada
y siembro en campos embarrados
Por qué no leo
novelas
trípticos
jeroglíficos
Por qué no me relaciono con la gente
Por qué no amo
Por qué no me soplo unas copas
empino el codo y bebo a morro
vino y aguardiente
Por qué no como comida india o antillana
Por qué no hago un esfuerzo
Por qué no me divierto
bailando
con juegos de salón
diferentes tipos de espectáculos
Por qué no vivo a fondo
abrazo
beso
amo
Por qué no bailo
Por qué no me muero
de alguna enfermedad
Por qué no vivo en
Italia
Francia
Trinidad
Por qué no soy musical
de cuerpo flexible
con músculos distendidos
Por qué no hago meditación trascendental
Por qué no estoy descansada
despierta
por qué no soy tolerante
imaginativa
y  pintoresca
Por qué no hago ejercicios de pujo
cuellos de fémur
Por qué no hago pastas de té
frío mi carne
transporto niños moribundos
mato a tiros a idiotas
curo enfermos
y trabajo apretando los puños
sacudo mi colada
y siembro en campos embarrados