sábado, 29 de enero de 2011

PERO YA NO HAY LOCOS - LEÓN FELIPE

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto y ... ni en España hay locos.
Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.
Oíd... ésto,
historiadores... filósofos... loqueros...
Franco... el sapo iscariote y ladrón en la silla del juez repartiendo castigos y premios,
en nombre de Cristo, con la efigie de Cristo prendida del pecho,
y el hombre aquí, de pie, firme, erguido, sereno,
con el pulso normal, con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas y en su lugar los huesos...
El sapo iscariote y ladrón repartiendo castigos y premios...
y yo, callado, aquí, callado, impasible, cuerdo...
¡cuerdo!, sin que se me quiebre el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio? (yo pregunto, loqueros).
¿Cuándo enloquece el hombre? ¿Cuándo, cuándo es cuando se enuncian los conceptos
absurdos y blasfemos
y se hacen unos gestos sin sentido, monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice por ejemplo:
No es verdad. Dios no ha puesto
al hombre aquí, en la Tierra, bajo la luz y la ley del universo;
el hombre es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas del mono y del camello?
¿Cuándo si no es ahora (yo pregunto, loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos y se quedan abiertos, inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian las funciones del alma y los resortes del cuerpo
y en vez de llanto no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos
que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora... ¿cuándo se pierde el juicio?
Respondedme loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto
y... ¡Ni en España hay locos! ¡Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo!...
¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro!
Este reloj..., este cerebro, tic-tac, tic-tac, tic-tac, es un reloj perfecto...,
perfecto, ¡perfecto!


domingo, 9 de enero de 2011

QUINTO - MANUEL JOSÉ ARCE LEAL

Nada de ésto es así.
Esta no es nuestra tierra.
Ni ésta ni cualquier otra ni el agua.
Yo soy un desterrado.
Todavía mi espalda tiene dolor de alas.
Nunca podré aprender a tocar las monedas:
Se palpan
se acarician,
se toman fieramente,
¿o se les busca algo?
Yo soy un desterrado,
un extranjero,
un intruso que se halla entre nosotros
con un martillo absurdo entre las manos
y un impulso distinto
que me lleva
por camino contrario.
No soy de aquí.
No sé de dónde vine.
Y no sé a dónde voy.
No me gusta.
Nada de ésto me gusta.
Me irritan vuestras caras de organismo.
Me molestan estas vuestras palabras que ahora uso.
Nada de esto me gusta.
¡Quién me obliga a necesitar de esto que no me gusta?
Mirad,
vengo a deciros,
¡pero no!¡
Qué nos importa!
Yo no soy de los vuestros.
Todavía mi espalda tiene dolor de alas.
Y vuestras rabadillas tienen dolor de colas.
Yo fui un ángel, primero;
después, fui un gran silencio
y un día seré Dios.
Vosotros fuisteis micos
y seguís siendo micos.
Después seréis gusanos y excremento.
¡Os excomulgo de mi credo limpio!
¡Os destierro del cosmos que sostengo!
¡Os clausuro la entrada de la vida que vivo!
¡Os expulso de todo!
Y sin embargo sigo entre vosotros,
y usando las palabras de vosotros,
y usando las palabras de vosotros.
Compartiendo temores y miserias
hambre, muerte, cansacio-
que no van con mis alas.
Yo soy un desterrado.
¡Pero algún día volveré a mi reino!


miércoles, 5 de enero de 2011

CANSANCIO - VICTORIANO CRÉMER

A tu embate me rindo. Ya no lucho
por conseguir tu beso. Estoy cansado,
y a través de la carne luminosa
he conseguido ver. Saber de ti.

Tú, tan remota, tan alejada siempre
del caudal de esta sangre, te has entrado
como un viento en las venas y tu furia
desordenó la gracia de mis trigos.

Me llegan las palabras, de ti misma,
y en ti, cuajada, queda la mirada.
Soy un ajeno mármol que rechaza
tus calientes caricias de pantera.

Perseguías girar en mis hogueras,
azotarte en mis llamas, reclinarte
sumisa entre mis cardos violentos,
mientras la sangre choca y se devela.

Pero ya no es posible. Estoy cansado;
seco como una estrella. Ya no lucho.
Sonrío, contemplando hombres de sueño,
buscándote en callejas temerarias.